Vaerá empieza el ciclo de intervenciones divinas (las 10 plagas) para sacar a los hijos de Israel (Yaakov) de Egipto.
Si vemos las secuencias, hay primeras aproximaciones que solo intentan convencer (palabras, el portento de la vara que se convierte en serpiente).
Recién cuando se rechaza el reclamo justo de libertad empiezan las plagas, y aún así van de menor a mayor; primero las de menor impacto (más molestias que otra cosa como la sangre que obliga a cavar pozos o las ranas) hasta las que empiezan a afectar cada vez más severamente a los egipcios.
El Faraón podría haber evitado este recrudecimiento progresivo simplemente reconociendo que tener gente cautiva y esclavizada estaba mal; pero tomó la suavidad de los primeros signos como debilidad y luego ya su soberbia le decidió a negarse con tal de no someterse a Moshé o aparecer cediendo ante los reclamos de los israelitas.
Esta semana empezó el primer tramo de los acuerdos para lograr la progresiva liberación de las víctimas secuestradas en la Masacre del 7 de Octubre.
Sin caer en excesivas simplificaciones ni dejarnos llevar por las pasiones, también ahora estamos en una situación en la que hubo una escalada de posiciones y enfrentamientos que pudo haber tenido distintas soluciones anteriores (y hasta posiblemente se podría haber evitado siquiera que sucedieran los secuestros), pero que las distintas decisiones y respuestas de cada lado llevaron a la presente situación.
Todo eso, dentro a su vez del contexto mayor del conflicto israelí-palestino, que asimismo se inserta en los enfrentamientos de los distintos alineamientos geopolíticos de la región y a nivel internacional que escapan a consignas simplistas.
La actual plaga de violencia en la región también es el resultado de una escalada que podría haberse resuelto antes de haber habido voluntad conjunta de llegar a un entendimiento que contemple las necesidades y las conveniencias de ambas partes (necesidades reales, no consignas declamatorias).
Pero no hay peor enemigo de una visión clara que una visión fundamentalista y sesgada, o una sed de poder que impida ver al otro como un ser humano; es el endurecimiento de corazón de Faraón el que precipita la debacle de lo que podría haber sido una solución justa y amistosa y en cambio derivó en muerte y destrucción.
Es cierto que D´ es el que aparece actuando entre bambalinas y prometiendo la redención a través de las famosas 4 frases de liberación que se simbolizan en las 4 copas del séder de Pésaj “y os sacaré de debajo de las tareas forzadas de Egipto y os libraré de su servidumbre. Os redimiré a vosotros con brazo tendido y con grandes juicios. Os tomaré para Mí por pueblo y seré para vosotros por D’” (Shem. 6:6-7).
Y sin embargo, nada hace D´ directamente, sino por la mano de Moshé y Aarón.
D´ indica, inspira, potencia la mano de ambos para que se realicen los portento, pero son ellos quienes tienen que calzarse las zapatillas, meterse en el barro y actuar. Rogar y esperar que la Mano Divina actúe sola no funciona.
Pero a su vez, actuar motu proprio sin la guía divina pensando que el propio brazo logrará la victoria es arrogancia y dureza de corazón, obrar así hubiera convertido a Moshé y a Aarón en réplicas de Faraón y posiblemente en opresores de los egipcios en venganza de lo que hicieron a los israelitas retroalimentando la violencia y perpetuándola en vez de conseguir una verdadera solución..
Actuar en socorro de las víctimas de la violencia asesina es un imperativo de justicia, pero siempre dentro de estándares legítimos y éticos. Nunca olvidemos preservar nuestra propia humanidad y evitemos volvernos animales violentos, seres vengativos o personas aisladas en la soberbia y la dureza de corazón.
Que pronto todos los restantes cautivos de la Masacre de Octubre vuelvan sanos y salvos a sus hogares; y que aprovechemos la oportunidad para la construcción de una verdadera paz legítima, justa y duradera.
Shabat Shalom.
