Cuando Moshé levantó su vara al cielo para desatar la plaga de granizo, los ángeles del firmamento se estremecieron. Nunca antes habían visto algo como lo que Hashem estaba a punto de crear: fuego y hielo, enemigos naturales, unidos para cumplir un propósito divino.
Pero el granizo no era simplemente una lluvia congelada normal, sino un mensaje de D’ con tres niveles de significado:
Nivel 1: El poder de la Unidad en la cooperación.
El fuego preguntó al hielo:
—¿Cómo podremos coexistir? Si me acerco demasiado a ti, te derretiré.
El hielo respondió:
—Y si yo me acerco demasiado a ti, te apagaré.
Pero D’ intervino diciendo:
—Los he creado a ambos y les doy ahora un propósito común. No se destruirán mutuamente, sino que juntos cumplirán Mi Voluntad.
Y así, el fuego ardió dentro del granizo, y el hielo permaneció firme, ambos obedeciendo el mandato de su Creador.
Nivel 2: El juicio y la misericordia.
La plaga de granizo representaba la unión del Din (juicio, simbolizado por el fuego destructor) y la Rachamim (misericordia, simbolizada por el hielo como agua capaz de descongelarse, regar, y dar vida).
Aunque las piedras de granizo devastaban los campos de Egipto, cada trozo llevaba un hueco de hielo que, al caer, ofrecía una advertencia: el juicio puede ser suspendido si hay teshuvá y volverse misericordia.
Se cuenta que algunos egipcios, al ver el granizo, comprendieron la grandeza de D’ y corrieron a refugiarse. Aquellos que buscaron refugio fueron salvados en la tierra de Egipto, porque la misericordia de D’ es infinita para quienes reconocen Su grandeza.
Nivel 3: El mensaje para Israel.
En los cielos, los ángeles preguntaron:
—¿Por qué D’ envía esta plaga también sobre los esclavos israelitas que trabajan en los campos fuera de Goshen?
D’ respondió:
—Las piedras de granizo no caen donde no deben. Pero quiero que mi pueblo entienda algo profundo: el fuego y el hielo pueden unirse por Mi palabra. Si estos opuestos pueden trabajar juntos, ¿por qué no puede Mi pueblo unirse en hermandad, a pesar de sus diferencias?
Y así, mientras las piedras caían, los israelitas miraban hacia el cielo y reflexionaban. Entendieron que si D’ podía unir elementos tan opuestos, ellos también podían superar sus divisiones y prepararse para ser una nación unida bajo Su Torá.
Conclusión
De esta plaga aprendemos que, en la creación de D’, incluso los opuestos más radicales pueden encontrar armonía y unirse en colaboración fructificadora si responden a un propósito divino. El granizo no fue solo un castigo, sino una lección de unidad, teshuvá y emuná, tanto para Egipto como para Israel.
