Tishá beAv, memorias del dolor

El día 9 del mes de Av (tishá beAv en ivrit) es un día de duelo comunitario asociado fundamentalmente a las dos destrucciones del Templo de Jerusalén: la primera vez en el año -587 por los babilonios, y la segunda por los soldados romanos de Tito en el año 70.

Pero también se asocia a otras tragedias de la comunidad judía, como ser: la supresión de la revuelta de Bar Koziba en el año 135; las masacres de las comunidades judías europeas durante el avance de las tropas de la Primera Cruzada hacia Tierra Santa; el comienzo del plan sistemático de exterminio de judíos europeos en la Segunda Guerra Mundial; el último día de los arreglos finales previos al atentado a la Amia en Buenos Aires; etc.

En un día en el que se concentra el recuerdo de los distintos hechos trágicos que jalonan la historia judía, sin importar si cada suceso cayó exactamente el 9 de Av o es una fecha aproximada.

Lo que importa (como me enseñó mi morá Judy), es que no se negar el dolor ni la memoria de las tragedias, pero tampoco se puede vivir de duelo todo el tiempo porque eso ya no es vivir.
Ella me enseñó que es bueno poder concentrar el duelo comunitario en una sola fecha y aprender (como en todos los procesos de duelo) a ir regresando a la vida normal, con aprendizaje, con memoria, pero también con aprecio por la vida.

Pienso que vivir de lamentaciones, en un duelo y trauma permanentes sería la victoria de los victimarios; y no les vamos a dar es alegría: Nuestra victoria será más vida, más risa, mas generaciones criadas en el amor y no en el dolor.

Todo el 9 d AV está atravesado por el dolor hecho Palabra del libro de Eijá (“Lamentaciones”), en el que el profeta Yrmiyahu (“Jeremías”), recita su llanto por la destrucción de la Ciudad Santa.

Y, sin embargo, termina con un deseo y una esperanza de restauración, como terminó pasando con el regreso de los exiliados al final del cautiverio babilónico.

Cada exilio, cada tragedia fue un acto de destrucción y de tierra arrasada; un trauma completo que causó la pérdida de vidas humanas, de memorias, de cultura y de logros; pero también dio lugar a un resurgimiento, a un nuevo amanecer después de cada noche de dolor.

Incluso en la Torá y los Profetas, a cada advertencia o relato de destrucción sigue un pedido y una esperanza de restauración, así como una promesa de renovación hasta llegar a la promesa de Renovación Final en los Tiempos Mesiánicos.

Mientras cumplo con mi ayuno de la fecha (hoy 13 de agosto del año 2024) y dejo que la recitación del Eijá me atraviese en el dolor de las tragedias actuales de nuestras comunidades en la Tierra Santa y en el resto del mundo, también recuerdo la anécdota de R. Akiva y sus compañeros Rabán Gamliel, Rabi Elazar ben Azaría, Rabi Yoshúa mucho después de la destrucción del Segundo Templo en TB Makot 24b:

Una vez subieron a al Monte del Templo, y vieron un zorro saliendo del Lugar Santísimo. Tres comenzaron a llorar por la profanación del lugar y Rabí Akiva a reir.

Cuando le preguntaron por qué reía, él les dijo que había una profecía de destrucción y desolación respecto del Templo en Miqueas 3:12, y a la vez una promesa de restauración en el libro de Zacarías.

Como el cumplimiento de la promesa de restauración dependía de que previamente hubiera sucedido la destrucción, Akiba les explicó que el cumplimiento de la profecía de destrucción era garantía de que también se cumpliría la posterior promesa de Restauración.

Y el texto termina diciendo que los Sabios que lo acompañaban le dijeron: “Akiva, nos has consolado; Akiva, nos has consolado”.

Toda noche que caiga como nosotros es entonces (si sabemos atravesarla en solidaridad y unión), la promesa de un futuro amanecer.

“Junto a los ríos de Babilonia” c. 1920, por Gebhart Fugel (1863-1939) inspirado en el Salmo 137

¡Tzon kal!, que tengan un ayuno llevadero.

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