“Luchas Internas”

En la parashá Vaishlaj (Génesis 32:4–36:43), encontramos uno de los episodios más enigmáticos y poderosos de la Torá: la lucha de Yaakov con un ser misterioso durante la noche, antes de su encuentro con Esav. Este evento no solo es una lucha física, sino también espiritual y existencial.

Yaakov se encuentra en un momento de profunda tensión. Sabe que está por enfrentar a su hermano Esav, que juró matarlo luego de que nuestro patriarca tomó su primogenitura y la bendición paterna .

Yaakov está lleno de temor e incertidumbre, pero decide enfrentar la situación. Antes de cruzar el vado del Yabok, se queda solo, y es entonces cuando lucha con un “hombre” hasta el amanecer (Génesis 32:25).

¿Quién es este hombre? Nuestros sabios ofrecen varias interpretaciones: un ángel enviado especialmente por E’, el ángel protector de Edom, o incluso una visión profética simbólica.

Lo que importa no es tanto quién era, sino qué representa: la lucha por encontrar nuestra verdadera identidad frente a las dificultades.

Lecciones de esta lucha:

  1. La soledad como oportunidad para la transformación: Yaakov se queda solo. A veces, necesitamos enfrentarnos a nuestras luchas más profundas en soledad.

En esos momentos, enfrentamos nuestras dudas, temores y contradicciones. Es en la soledad donde descubrimos nuestra fortaleza interior.

  1. La bendición tras la lucha: Cuando el “hombre” ve que no puede vencer a Yaakov, lo golpea en la cadera, pero también lo bendice. Le cambia el nombre de Yaakov a Israel, diciendo: “Porque has luchado con D’ y con los hombres, y has prevalecido” (Génesis 32:29).

Este cambio de nombre simboliza un cambio de esencia. Yaakov, el que antes “agarraba el talón” de su hermano, se convierte en Israel, el que lucha y supera.

  1. La cicatriz como testimonio: Yaakov sale de la lucha cojeando, pero victorioso. La cojera no es un símbolo de debilidad, sino un recordatorio de su perseverancia.

En la vida, nuestras cicatrices son testimonios de las batallas que hemos librado y las lecciones que hemos aprendido.

  1. El encuentro con Esav: Después de esta transformación, Yaakov se enfrenta a Esav con humildad y valentía. La lucha interna le dio la fortaleza para enfrentar su lucha externa.

Reflexión:

Cada uno de nosotros tiene su “noche en el Yabok”: momentos de incertidumbre, temor y lucha. Pero estas experiencias no son para destruirnos, sino para transformarnos.

Como Yaakov, debemos encontrar en la lucha la oportunidad de crecer, de descubrir nuestra verdadera identidad y de acercarnos a lo que D’ espera de nosotros.
Que esta parashá nos inspire a enfrentar nuestras luchas con fe, humildad y perseverancia, recordando que, al final, incluso nuestras cicatrices pueden ser fuentes de bendición y fuerza.

Shabat Shalom.

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