Parashá Ki-Tavó, drashá sobre “ארמי אבד אבי”

📖 Esta parashá empieza con el ritual de presentación de los primeros frutos (bikurim) y una “confesión” donde se hace un relato de la historia del Am Ysrael y que empieza diciendo (Dt. 26:5): “ארמי אבד אבי”.

El tema es que esa frase puede leerse como “un arameo errante fue mi padre”, “mi padre fue un arameo a punto de perecer” o “un arameo quiso destruir a mi padre”

Rashi elige la tercera opción y explica que la frase se refiere a Laván, que quiso destruir a Yaakov, no solo engañarlo (Rashi a Devarim 26:5). Así entendemos que incluso cuando no había espada ni ejército, la amenaza espiritual era letal.

Ibn Ezra lee el verso de otra manera: “Mi padre era un arameo errante”, es decir, Avraham o Yaakov eran extranjeros sin tierra, vagando en Aram. Aquí no hay un enemigo, sino un recuerdo de humildad y precariedad.

Sforno combina ambas ideas: recordamos tanto la amenaza externa como la fragilidad interna. Antes de llegar a la Tierra Prometida éramos pocos, expuestos a la destrucción, y luego logramos prosperar sin por ello dejar de vivir los peligros y la persecución que siempre nos amenazaron.

¿Cuál es la lectura correcta? Todas ellas, pues en distintos contextos puede ser de inspiración hacer énfasis en diferentes variantes de una misma Torá Eterna.

💡 La lección:
En Pesaj o en la entrega de Bikurim no solo relatamos milagros, sino que reconocemos que nuestra historia empieza en la vulnerabilidad. La redención nace del riesgo: de estar al borde de desaparecer. Reconocer el peligro —ya sea enemigo externo o nuestra propia pequeñez— nos obliga a agradecer y a no dar por sentado nuestra existencia como pueblo sino a estar siempre atentos y no caer en la complacencia ni el olvido.

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