Los cuatro hijos del Seder de Pesaj  y el hijo que llegó después

En cada Seder de Pesaj leemos sobre los cuatro hijos: el sabio, el malvado, el simple y el que no sabe preguntar.
Pero hoy quiero hablarles de un quinto hijo, no mencionado en la Hagadá, pero presente en muchas de nuestras mesas: el converso.

No nació judío, pero llegó con amor, con entrega y con un corazón lleno de búsqueda. Y sin embargo, a veces no lo vemos. O peor aún: lo hacemos sentir como si no tuviera lugar en esta mesa de libertad o no fuese realmente parte de la comunidad judía de pleno derecho.

Pesaj es la fiesta de la salida de Egipto, y en Éxodo 12:48-50, D’ establece claramente que el “ger”, el converso, si desea participar del sacrificio pascual, puede hacerlo.

Pero no solo eso: “una misma ley habrá para el nativo y para el guer que habite entre vosotros.” No hay doble estándar en la Torá. Dios no hace distinción entre quienes nacieron dentro y quienes llegaron de afuera y se hicieron judíos por convicción.
Los profetas también alzaron su voz: Isaías proclama que “a los extranjeros que se alleguen a D’ para servirle… Yo los traeré a Mi monte santo y los alegraré en Mi casa de oración” (Isaías 56:6-7). ¿Cómo podemos entonces cerrar puertas que D’ abrió?¿Cómo pueden haber comunidades que les cierren las puertas o los desconozcan?

La tradición rabínica va más allá:
1. El Talmud nos dice: “El converso es más querido por D’ que los israelitas de nacimiento que estaban en el Sinaí”, y explica ello diciendo que el converso eligió acercarse sin haber presenciado los milagros.
2. En Midrash Rabá Rut 2:12, se afirma que “D’ ama al converso más que a Israel, porque Israel lo conoció en el Sinaí, pero el converso vino por sí mismo.”
3. Maimónides escribe en Yad Jazaká, Hiljot De’ot 6:4: “Está prohibido atormentar al converso con palabras, y quien lo hace transgrede un mandato positivo y uno negativo.”
4. El Sefer HaJinuj enseña que “la obligación de amar al converso está escrita no una, sino 36 veces en la Torá”.
5. En Baba Metzia 59b, se afirma: “No oprimirás al converso” y que D’ mismo advirtió sobre esto más que sobre cualquier otro precepto.

No hay excusa halájica ni moral para relegar a quienes decidieron abrazar nuestro pueblo y nuestra historia.
En la mesa de Pesaj, cada hijo debe tener su lugar. También el que llegó después, con alma sedienta y manos tendidas.
No olvidemos que todos fuimos extranjeros en Egipto. No neguemos a otros lo que Dios nos enseñó a dar: libertad, pertenencia y amor.

Que este Pesaj nos libere también de los prejuicios y nos ayude a ampliar nuestras mesas, nuestros brazos y nuestros corazones. Porque en el pueblo de Israel, cada alma que eligió quedarse merece un lugar en el relato. Y también en la redención final (que sea prontamente y en nuestros días).

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