Parashá Tzav: Pureza, Santidad y el Camino Ético del Pueblo Judío

En Parashat Tzav (Lev./Vaik.6:8-8:36), la Torá profundiza en los detalles del servicio sacerdotal, destacando una enseñanza fundamental:

La pureza ritual del Cohén y la santidad de la ofrenda no son meros formalismos, sino símbolos de una ética profunda que debe regir nuestra vida diaria.

Dice la Torá: “La carne del sacrificio de paz… deberá comerse en lugar puro” (Vaikrá 7:19), y también: “Todo varón entre los hijos de Aarón podrá comerla. Será un estatuto perpetuo… lo comerán en lugar sagrado” (Vaikrá 6:9).

El hecho de que incluso los Cohanim -consagrados al servicio divino desde su nacimiento- debían preservar pureza absoluta al comer las ofrendas, nos enseña que la santidad no es automática; es una elección constante, una vigilancia permanente del alma y del entorno.

Como explica el Sforno, el Cohén debe cuidar su pureza porque representa el vínculo vivo entre el pueblo y D´; su falta de cuidado comprometería no solo su servicio, sino la moral del conjunto.

Esta exigencia de pureza en el lugar y el acto del consumo nos invita hoy a una introspección ética:

¿Qué ingerimos en lo espiritual y lo intelectual?

¿En qué ambientes vivimos, qué ideas absorbemos, qué mensajes dejamos entrar a nuestras vidas?

Tal como la carne de la ofrenda debía comerse sólo en un makom kadosh -un lugar sagrado-, también nosotros debemos procurar vivir en (y nutrirnos de) ambientes moralmente puros, alejados de la corrupción, la indiferencia y la mentira.

Y esto incluye incluso los espacios que se presentan como “judíos”.

No basta con asistir a instituciones formalmente judías o apoyar causas o personas por el mero hecho de que posean una identidad judía si esas causas, personas o ámbitos no promueven una vida íntegra, valores éticos y una conexión auténtica con lo judío como camino de perfeccionamiento integral; y en función de la Torá como identidad y horizonte de referencia más allá de la corriente a la que ascribamos.

El Mesilat Yesharim nos recuerda que no alcanza con lo externo; si no hay pureza de intención, incluso lo sagrado puede perder su fuerza.

Y el profeta Ieshayahu nos advierte con fuerza: “Este pueblo se acerca a Mí con su boca… pero su corazón está lejos de Mí” (Is. 29:13). Seamos judíos de conducta, de valores, de ética y de compromiso; no solo de ascendencia genética, club social o preferencias culinarias.

Como dice en Tehilim: “Mi alma tiene sed de Ti, mi carne Te anhela, en tierra seca y exhausta sin agua” (Sal. 63:2). Sed espiritual, hambre de verdad y luz en medio del desierto moral. Esa es la aspiración de quien sigue el camino de Tzav.

Por eso, vivir en un entorno de santidad no es un lujo; es una necesidad espiritual.

Porque no sólo debemos hacer el bien, sino hacerlo de la manera correcta, desde un lugar de pureza interior y exterior.

Solo así podremos acercarnos verdaderamente a la Kedushá —la santidad— que D´ nos pide.

Que este Pésaj que se viene sea una fiesta de matzot de pureza espiritual y de compromiso con una vida y una sociedad más libre, justa, y sin esclavos ni esclavizadores; no solo una cena de galleta seca y comida sin pan.

                                  Shabat Shalom y Pesaj casher vesaméaj!!

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