Esta semana, la parashá “Ki Tetzé” (“Cuando Salgas”, Dev./Deut. 2110-25:19) contiene muchas normas, desde temas de guerra y maritales hasta judiciales y de la vida cotidiana en comunidad.
La semana pasada en el espacio de estudio comunitario de la Torá que tenemos después de las tefilot (rezos litúrgicos), surgió el tema del tema del “derecho de guerra” y las normas éticas que deben regir los conflictos armados, el derecho de autodefensa, la cuestión de la proporcionalidad en las respuestas; y todo muy sazonado por el tema de los secuestrados del 7 de Octubre y el accionar de las FDI en Gaza.
Como siempre: “dos judíos, tres opiniones”, imagínense toda una comunidad en la que hay muy diversas visiones y posturas en casi cualquier tema y muy especialmente en cuestiones comunitarias y políticas. Pero aun así siempre termina reinando la concordia, porque podemos disentir pero siempre todos desde el respeto, el afecto y el vernos como partes de una misma familia extendida.
Podemos convivir en la diversidad precisamente porque nos consideramos esencialmente iguales y como semejantes en los que nos podemos ver reflejados. En mi muy humilde opinión, quizás parte del tema pase por cómo vemos al “otro”, si es que existe realmente un verdadero “otro”.
En el fondo, si (como creo), la Torá es fundamentalmente Justicia, Verdad, Integridad, Ética y Actos de Bondad, la Paz verdadera (la fundada en Justicia, Verdad e Integridad) solo puede venir de un mutuo reconocimiento de la humanidad del otro y de que también tiene anhelos justos que deben ser respetados, valorados y protegidos.
Deshumanizar al otro, deslegitimarlo, satanizarlo, o tener un doble estándar para con él que no se aplique a cualquier otra persona o grupo en la misma situación es una violación flagrante de todos esos puntos.
La postura de doble rasero de “A los amigos todo, a los enemigos ni justicia” no solo es injusta en su mismo núcleo, también es una invitación a perpetuar el conflicto y a vivir en un baño de sangre perpetuo.
“No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica, ni tendrás en tu casa efá grande y efá pequeño. Pesa exacta y justa tendrás; efá cabal y justo tendrás, para que tus días sean prolongados sobre la tierra que A´ tu D´os te da. Porque abominación es a´ tu D´os cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia” (Dev./Dt. 25:13-16).
El trato humano basado en la igualdad, la justicia y la equidad es en primer lugar un mandato de la propia Torá, un imperativo ético de origen divino. Pero también tiene una dimensión práctica: “para que tus días sean prolongados sobre la tierra”. Eso nos dice que no es sólo un tema de creencias, elecciones o posturas personales (el “buenismo” no es lo mío, pero tampoco el maquiavelismo amoral de “el fin justifica los medios”).
Al contrario, creo que el trato justo en igualdad y en dignidad es una garantía esencial de una buena convivencia con el otro (otra persona, otra comunidad, otra nación, otro Estado, etc.) que también presenta ventajas a nivel práctico ya que la ausencia de conflicto se logra o por una paz acordada y justa, o por una imposición que no deja de ser violencia y solo prolonga el conflicto al enmascararlo.
Y para lograr esa paz no es necesario ser un tzadik (un “Justo” con mayúsculas), sino solo una persona capaz de ver al otro como otra persona y nunca dejar de verlos como otros seres humanos, ni más ni menos personas que yo y que lo que me caen bien o son parte de mi grupo o de mi identidad comunitaria.
El tribalismo es la negación de la humanidad completa del otro y es un defecto que no solo es una injusticia en sí misma, sino que lleva a tratos desiguales, a ninguneos y a violencias que (a la larga) nos terminan perjudicando a todos.
Quiera D´ que podamos tener siempre presente el rostro humano del otro incluso (y sobre todo) si no es de los que yo considero “de los míos”. Como decía el Chacho Peñaloza: “Naides, más que naides, y menos que naides”.
Tratar al otro con justicia también es una conveniencia para uno y los que uno quiere, porque asegura al paz y la colaboración mutua. De lo contrario, nos arriesgamos a una perpetua continuación de los conflictos hasta que ya no quede nadie en pie.
Buena semana.
