Esta semana, la parashá “Shoftim” (“Jueces”, Dev./Deut. 16:18-21:21:9) empieza con: “Jueces y oficiales pondrás en todas tus ciudades que A´ tu D´os te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos. Justicia, justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que A´ tu D´os te da”.
Asimismo, empecé el finde con el aniversario de recordación del fallecimiento de mi madre este Shabbat en comunidad y el domingo visitándola al cementerio así como a papá y a mis abuelos paternos.
Finalmente, la noticia del hallazgo de los cuerpos de Hersh Goldberg, Eden Yerushalmi, Carmel Gat, Almog Sarusi, Alex Lubnov y Ori Danino (z”l, sea su memoria para bendición), asesinados por sus captores en Gaza para que no pudiesen ser rescatados y devueltos con vida a sus familias, para que nunca pudiesen volver a una vida normal, en un acto de absoluta crueldad injustificada por donde yo lo mire.
Simplemente no entiendo qué puede pasar por la cabeza de una persona para asesinar a un rehén indefenso en esas circunstancias.
Matar en combate entre fuerzas enfrentadas en un conflicto lo entiendo. Lanzarse a un ataque por una causa que uno considere justa o para defenderse de una agresión que uno considere injustificada lo puedo comprender. Asesinar, abusar, secuestrar, mutilar civiles que no están participando de una agresión; pues no, no me entra en la cabeza.
Lloro tanto los muertos inocentes de un lado como los muertos inocentes del otro que quedaron atrapados en un conflicto que no buscaron (eran tan inocentes los judíos masacrados en Hebrón en 1929 por árabes fanatizados, como los árabes palestinos de Deir Yassin asesinados en 1948 por milicias extremistas irregulares, y de ahí en adelante).
Lloro por los israelíes de los kibutzim amigos de los palestinos que los ayudaban cuando podían y militaban a favor de una solución pacífica de dos estados y a los israelíes del festival Nova por la paz con los palestinos; que fueron secuestrados, violados, asesinados por fanáticos cuya ceguera les impedía reconocer en ellos a amigos sólo por ser de otro pueblo o de otra nacionalidad.
Lloro también por los palestinos inocentes atrapados un conflicto que no incentivaron; que no votaron ni apoyaron a sabiendas a un grupo que siempre fue manifiestamente terrorista e integrista y que no distingue entre judío e israelí, entre personas a favor de soluciones pacíficas o no, entre posibles aliados para una solución negociada justa o no; sino que solo ven judíos y piensan que eso es suficiente para justificar su ataque y asesinato.
Lloro por los jóvenes de ambos lados que van a quedar con el corazón y la mente envenenados por este nuevo capítulo de un conflicto que nunca debió haber existidos; y que corren el riesgo de terminar captados por los Mercaderes de la Muerte, por las lenguas de serpiente de los demagogos de turno que lucrarán (de ambos lados) con esos muchachos para mandarlos al muere y a matar mientras ellos están seguros y lejos en sus residencias protegidas.
El comienzo de la parashá de la semana nos indica que la garantía de poder vivir seguros en una tierra determinada es el esfuerzo por buscar la justicia. Solo una paz que sea justa y se base en el respeto y el reconocimiento de la dignidad y los derechos de todas las partes puede ser verdadera y legítima.
La justicia sin capacidad operativa de imponerse es impotente y boba; pero una fuerza no guiada por la justicia, la ética y el espíritu humanitario (incluso -y especialmente- hacia el que no me gusta) es solo una excusa para el matonismo y la glorificación del derramamiento de sangre.
Pero para una paz justa se necesitan dos, dos partes que sean confiables y estén dispuestas a confiar en el otro y a deponer los extremismos del propio bando. Hasta entonces, no habrá paz ni justicia ni nada.
Buena semana.
